En el mundo hay un país que puede ser modelo ejemplar, en cuanto al actual y futuro escenario mundial marcado por el COVID-19 y la Sociedad de la Información, que no duda en poner a las tecnologías y el modelo económico – productivo al servicio de las personas en comunidad, y no al revés.
Una “sociedad superinteligente” es la meta hacia la cual el país debe avanzar para sacar el máximo de provecho y rendimiento de las profundas transformaciones tecnológicas en curso, de forma tal que nadie se quede atrás, y el beneficio real del progreso llegue a cada uno de los ciudadanos.
Es el potente concepto de la “Sociedad 5.0”, desarrollado en Japón, y que pone a la persona no en el primer lugar si no al centro de la transformación de la llamada Cuarta Revolución Industrial.
Un concepto y visión con profundos impactos para la actual forma de enfrentar el mundo, ya que plantea una conexión entre las políticas sociales del país, con potentes estrategias en el marco del desarrollo de una red virtual y real de la cual la Inteligencia Artificial (IA), es la base para el análisis de datos y la interconexión operativa entre las diferentes industrias que alimentan la economía del país nipón.
Lo importante de este concepto es que Japón quiere aportar con el desarrollo sostenible de las actividades productivas en el mundo, de cara a sus propios compromisos de crecimiento para 2030. Esto empezó en el país oriental que busca trasladar esta visión al campo mundial y -de esta forma- proponer nuevos parámetros de desarrollo tecnológico, económico e industrial con el ser humano y el “ser social” en el centro de la estrategia.
El alcance de herramientas como el big data, la robótica, la IA y la actividad económica interconectada es enorme, ya que todo confluye como una gran infraestructura digital y física para mejorar la vida de todos los ciudadanos de un país, y la temprana visión de Japón respecto de esto ha sido fundamental: la nación asiática comenzó a desarrollar los cimientos de este ambicioso plan de desarrollo hace más de 20 años, durante la primera conferencia “ecológica” en Rio de Janeiro Brasil, la ECO92.
Las “ciudades superinteligentes” son una realidad cada vez más cercana, y el actual desarrollo de la tecnología en diferentes áreas de la vida diaria de las personas así lo demuestran.
La hiperconectividad que experimentan las sociedades actuales reafirma -en mayor o menor medida- uno de los axiomas principales de la teoría japonesa respecto de la “Sociedad 5.0”, donde esta misma hiperconexión permite integrar tecnologías de vanguardia en la vida diaria de las personas: desde la robótica, las comunicaciones, la interacción social y hasta la asistencia directa para las personas en diferentes actividades.
Es entonces perfectamente posible pensar en extrapolar la visión de Japón a otras naciones. Por supuesto hay que considerar puntos básicos como el desarrollo industrial y social de un país.
Actualmente usamos varios servicios tecnológicos que facilitan nuestras vidas en cosas tan sencillas como pedir un taxi o medir nuestro rendimiento deportivo, no es pretencioso pensar en que nuestra sociedad pueda caminar en la misma ruta que la japonesa en algunos años más integrando cada vez más herramientas tecnológicas de avanzada para mejorar la vida de sus habitantes.
Y no es un acceso restringido por segmentos sociales, poder adquisitivo o etarios: la visión japonesa es transversal, para todos por igual y con el mismo objetivo: el bien común. Ese punto es de una importancia profunda ya que supone un cambio de visión en las entidades gubernamentales respecto del desarrollo e inversiones en tecnología, y en apuntar a un rol activo de los gobiernos en la planificación de ello.
Si bien la planificación japonesa nos lleva varios años de ventaja, no es tarde para comenzar a implementar cambios en nuestros países, para abrir el camino al desarrollo económico y soluciones sociales hacia la “Sociedad 5.0”.