El equipo de la ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera, ha negado la petición de las empresas de centros de datos establecidos en España a disfrutar de los beneficios de las compañías electrointensivas, un privilegio del que sí gozan grupos de metalurgia, química, siderurgia o cerámica.

Según la Asociación de Empresas con gran consumo de energía (AEGE), "se denomina sector electrointensivo al conformado por aquellas industrias para las que la electricidad es un factor primordial en su proceso". Los centros de datos dan soporte a las necesidades del mundo digital, por lo que es fundamental facilitar un marco adecuado de iniciativas energéticas específicas para este sector tan demandante de energía.

La reunión, que se mantuvo durante el mes de febrero encabezada por la Secretaría de Estado de Energía, con la presencia de la Vicepresidencia Económica de Nadia Calviño en un papel de intermediario, como enlace para que las demandas de las empresas de centros de datos fueran atendidas por la Vicepresidencia Ecológica de Ribera.

La negativa ha supuesto un varapalo para la industria en nuestro país. Sin embargo, según ha informado el diario EL MUNDO, fuentes del Ministerio de Transición Ecológica señalan que la última palabra la tiene el de Industria, Comercio y Turismo. "Las ayudas de compensación a los electrointensivos son ayudas de estado y como tales deben basarse en alguna de las directrices europeas reguladoras", sostienen desde el departamento que encabeza Reyes Maroto, desde donde se remite a las actividades empresariales recogidas en el Real Decreto 1106/2020: "Los sectores deben ser sectores productivos, sometidos a una exposición relevante de comercio internacional, con riesgo por ello de fuga de carbono".

Según estudios de consultoras energéticas, el precio medio en €/kWh de la parte regulada en los países europeos donde se ubican los FLAP, muestra que en España tenemos un coste de energía alto. Por delante, solo Alemania y Reino Unido nos superan, mientras que en nuestro país la electricidad es un 80% más cara que en Países Bajos y un 30% superior en Francia.