Con más de 25 años de trayectoria de supercomputación a sus espaldas –desde que en 1991 instalara el primer superordenador–, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) no ha dejado de evolucionar su estrategia de HPC para ir incorporando nuevos equipos, aplicaciones y usos.
La institución educativa acumula ya cinco generaciones de supercomputadores, cada una de ellas con una duración de entre cinco y seis años, hasta la más reciente representada por el superordenador Miztli, en operación desde 2013. Ahora que ya han pasado cinco años desde su instalación, la UNAM trabaja en una nueva infraestructura que sea capaz de incorporar los “múltiples avances en redes, procesamiento y almacenamiento” que han tenido lugar en el último lustro, como señala Fabián Romo, director de Sistemas y Servicios Institucionales (DGTIC) de la UNAM.
“Las características [de este nuevo equipo] están en proceso de definición por parte de un comité técnico-científico designado por el Comité Académico de Supercómputo de la UNAM, el cual es un órgano colegiado integrado por investigadores que a la vez son usuarios de supercómputo”, apunta Romo.
Hasta que entre en operación el nuevo superordenador, la UNAM seguirá avanzando en su estrategia de supercomputación y utilizando Miztli como herramienta para sus proyectos de investigación.
Inversión en HPC
La UNAM cuenta con un Plan Maestro de TIC del que se deriva un Plan de Desarrollo de Supercómputo que contempla acciones para los siguientes 10 o 15 años. “Aunque es difícil determinar hacia dónde nos llevará la innovación en las TIC en tan solo uno o dos años, sí es clara una visión en la UNAM de dónde se debe estar: la estrategia en materia de supercómputo está orientada a las necesidades de los usuarios y a ser una herramienta que les permita hacer sus investigaciones de la mejor forma”, en palabras del directivo.
Ese plan de desarrollo incorpora muchos elementos de innovación, desarrollo de nuevas aplicaciones y formación de nuevos cuadros de especialistas.
Si bien en los próximos meses la Universidad mexicana podrá dar a conocer su nueva infraestructura, Miztli sigue siendo su último referente en supercomputación. Con una capacidad de procesamiento de 118 teraflops por segundo y 5.312 núcleos de procesamiento, este superordenador entró en operación en 2013 tras más de año y medio de trabajo por parte de investigadores y especialistas universitarios. Desde entonces, la máquina se ha estado ampliando de forma permanente. “Hoy en día Miztli es un 75% más potente que la versión original de 2013”, indica Romo.
“Como ocurre generalmente con el supercómputo en todo el mundo, siempre hay nuevas aplicaciones y necesidades incluso en el momento en el que se ponen en marcha los equipos. Es decir: ya están saturados de peticiones desde el inicio.
Nunca habrá una supercomputadora suficiente para la investigación, siempre se requerirá más capacidad”, añade.
Colaboración nacional
Dentro de México existen diversas organizaciones que comparten recursos de supercomputación. Una de ellas es el Laboratorio Nacional de Cómputo de Alto Desempeño (LANCAD), conformado por la Universidad Autónoma Metropolitana, el Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados unidad Zacatenco y la UNAM.
“Todos ellos con recursos de supercómputo que están interconectados a través de una red de fibra obscura que emplea los túneles del Sistema de Transporte Colectivo – Metro. LANCAD reserva el 10% de las capacidades de supercómputo de cada una de las instituciones para que otros científicos en las demás instituciones de investigación y educación en México puedan acceder a recursos de supercómputo”, explica Romo.
Tan solo desde la UNAM, son más de 150 los proyectos de investigación que se apoyan en los recursos de supercómputo de la Universidad, además de una decena de proyectos a nivel nacional. Por ello desde la institución no dejan de invertir recursos para mantenerse a la vanguardia en supercomputación, como promete su próxima infraestructura.
Nube privada desde la Universidad
El supercomputador de la UNAM se encuentra adyacente al centro de datos de la Universidad, en lo que se denomina Centro de Cómputo Avanzado de la institución. Se trata de infraestructuras distintas, “juntas pero no revueltas”, matiza Fabián Romo. “Cada una tiene sus administradores técnicos y recursos de operación, aunque comparten el espacio y la planta física para operar”.
Recientemente, se ha llevado a cabo un proceso de consolidación en el centro de datos de la UNAM para proporcionar a la comunidad universitaria más recursos, como los de Infraestructura como Servicio. De esta manera, se ha facilitado “un esquema de nube privada a la comunidad universitaria con capacidades de autoaprovisionamiento, alta disponibilidad y alta seguridad, tanto física como lógica”.